Liberen a los compañerxs

Por Editorial Sudestada

Más de 30 detenidos durante el operativo represivo de Bullrich para enjaular el Congreso. Una militarización que no solo culmina con la violencia expuesta, con personas detenidas a través de la cacería, llevándose a compañeros que incluso estaban trabajando o por tomarse el subte, con un abuso de Poder que el gobierno naturaliza porque además de criminalizar la protesta ahora nos llama “terroristas”, y a los compañeros no los liberan porque el fiscal Stornelli pidió prisión preventiva para los más de 30 detenidos.

Venimos advirtiendo hace tiempo el peligro de este fascismo con sed de revancha. Venimos gritando lo que significa la criminalización de la protesta, que para las fuerzas de seguridad seamos delincuentes, y que además se les otorgue a los uniformados la impunidad de poder disparar sin la voz de alto a cualquier persona que esté cometiendo un delito. Para que quede claro: Si protestás son delincuente. Y la policía puede dispararte sin tener que rendir cuentas.

Minutos después de la orden represiva, de los “infiltrados” de capucha y con la chapa escondida, de los palos a los jubilados y laburantes, de la cacería con detenciones arbitrarias, al voleo, y otras con “marcas” desde arriba. Después de la transa puertas adentro y la violencia puertas afuera, sacaron desde Presidencia el comunicado del “intento de golpe de Estado” de grupos “terroristas”. Bien claro el mensaje. Porque para que la violencia no tenga costo se necesita un chivo expiatorio. Ahí vuelve a renacer el fantasma del “terrorismo”, a lo Videla y Onganía.

Los compañeros detenidos están siendo “distribuidos” en varios centros de detención sin pruebas concretas, sin pruebas vinculantes, y con objetivo real del gobierno de sembrar miedo y terror, y de que ante el plan de empobrecimiento masivo que viene peor de lo que ya estamos sufriendo, el pueblo no se anime a salir a las calles.

Ante el hambre, represión. Ante la protesta, criminalización. Ante el pueblo en las calles, el “terrorismo”. ¿Qué viene después? ¿Hasta dónde pueden llegar los amantes de centros clandestinos, desapariciones y bebés robados?

Imagen de portada: Doris Sanabria

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