El camino de Santucho

En un nuevo aniversario de su muerte, lo recordamos con un texto de nuestro querido Hugo Montero

Apoyado contra la pared y de brazos cruzados, en un momento de la charla, Robi interrumpió al dueño de casa con una propuesta: “Decime, hermanito. Vos me contás que esta imprenta subterránea que tienen en la Regional la tenés cerquita ¿no? ¿Se podrá ir a verla, ahora?”. Santucho, comandante en jefe y secretario general, no “ordenaba” ir a visitar la imprenta. Simplemente, “pedía” al compañero que lo llevara hasta la casa donde la ocultaban. Esas actitudes, entre tantas, no dejaban de llamar la atención a los militantes del partido, hasta casi generar una mística propia en referencia a la humildad de Santucho, que trascendió incluso su rol como dirigente político y militar. Vale la pena profundizar en este punto.

El historiador Pablo Pozzi da cuenta de una anécdota en este sentido: un compañero simpatizante del PRT espera en su casa a un par de compañeros del partido. Llegan los militantes a la reunión y uno de ellos comienza a explicar los lineamientos básicos, mientras el otro permanece a un costado, en silencio. La reunión se anima un poco con la participación del simpatizante, quien después de un rato advierte el perfil bajo del tercer compañero: “Negro, ¿por qué no te hacés un mate vos?”.

Cuando el militante en cuestión se levanta a poner la pava, su compañero le susurra al dueño de casa un puñado de palabras que lo dejan helado: “Che, el que fue a ponerte la pava es Santucho…”

En el anecdotario perretiano, sobran historias similares alrededor de la sencillez de su máximo dirigente. Ese particular estilo de Santucho, su modalidad de escuchar con respeto, intervenir sólo cuando era necesario pero sin descalificar las posiciones de su interlocutor, incluso la estampa humilde en su conducta y forma de vestir, se fue forjando como imagen desde aquellos años en que recorría infatigablemente la casa de todos los compañeros y simpatizantes del partido.

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