En la pluma de Darío Santillán, a 22 años de la masacre de Avellaneda

Por Editorial Sudestada

Una poesía en el 97. Un papel guardado. Una muestra de la sensibilidad de un pibe que supo caminar con la mirada en los destinos colectivos, en las luchas y en los sueños que van mucho más allá de lo que está planteado y estipulado. Un pibe asesinado por la policía. Una bala que arrebató los sueños, que nos quitó una porción de humanidad, y que el pueblo supo multiplicar en cada movilización, en cada marcha, en cada reclamo y en las luchas donde tienen que darse, en las calles. Ahí está Darío. Ahí estuvo, poniendo el cuerpo, la cabeza, y todo su interior para que la realidad cambie, para mirar de frente con los pies en el barro, en el cordón, en las caminatas de zapatillas gastadas y corazón entero. Y un 26 de junio de 2002, la Masacre de Avellaneda, que todavía estremece, que nos lleva a las lágrimas y a la memoria de dos pibes asesinados por las fuerzas de seguridad, por los verdugos que a quienes nosotros sentimos luchadores y soñadores ellos señalan como delincuentes. Maxi y Darío, que fue un soñador, un pibe que se levantaba a la mañana para intentar cambiar la realidad, para hacer de éste un mundo mejor. Para los uniformados eran una amenaza, una escoria, vidas que no valían nada. Porque así funcionan y ejecutan, y así viven, en sus propias miserias. Por eso, Darío tenía razón cuando un día tomó un papel y una lapicera y escribió esto. Lo importante, lo necesario, lo urgente, no se compra. Y Darío nos vuelve a dejar enseñanzas para que hoy podamos leer esto y abrazarlo, para que pueda estar presente como todos los días desde aquel 26 de junio que jamás vamos a olvidar.

Compartimos unas palabras de Alberto Santillán, su papá:

“Me quedo con tu te amo, viejo, con mi te amo, hijo, con nuestras charlas, con nuestras caminatas donde sea

Me quedo cuando te aparecía en las rondas de las Madres, y tu sonrisa llena de satisfacción. Me quedo con lo mejor…entendiendo después de tantísimos años que en la lucha también hay alegría… Me quedo con vos, siempre, aunque se vaya mi vida.

HLVS siempre hijo, te amamos, te honramos!”

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