Gracias por tanto, pibe

Por Editorial Sudestada

Di María. El que salió con la casaca de Central para dejar de garpe a cualquier lateral que se le cruce, y romper todos los esquemas. El que se calzó la celeste y blanca, y recibió muchos aplausos, pero ante las difíciles llegaron todos los palos juntos, todas las miserias encima, incluso hasta puteadas de los que de traje, micrófono en mano, y nunca una pelota ni de cerca, se atrevían a pedir que “nunca más juegue en la Selección.”

El fideo. Aquel que vio trunca, sentado desde afuera, la final en Brasil, y sintió el golpe -como nosotros- de las dos finales que siguieron. Pero que a los años y sin dejar el hambre de gloria de lado, continuó firme para mostrar que esa zurda seguía intacta, y el corazón mucho más. Y el golazo en el Maracaná. Y los desbordes como pocos, los pase-gol con la clase que siempre lo caracterizó, y los huevos como de cara a aquella tribuna que -en otro mundial trunco- también lo puteaba.

Di María. Campeón en Brasil y con un Mundial cerquita. Y la magia para regresar a los barrios rosarinos, a los potreros de tierra y polvo, a las patadas que duelen pero enseñan, y el abrazo con lo suyos, el sueño bien prendido, y el hambre de gloria que fue creciendo. Y cada partido. Cada fase. Y el gol en la final, con la sonrisa ancha, la corrida emocionada, las lágrimas, el grito de un país entero, las manos en corazón, y la revancha de un pibe que jamás bajó los brazos, que se las bancó todas, y que el azar de este fútbol embustero hizo que el sueño se cumpla. Y aquellas puteadas -estimuladas por los panqueques del exitismo- se conviertieron en elogios y aplausos.

Y ahora se va. Cuelga la botines de la Selección uno de los más grandes. El que no para nunca de correr, el que en medio centímetro convierte lo imposible en magia. El que la pincha y la redonda vuela, el que tira un caño cuando es necesario, pero el que también va al piso, le grita al compañero, le palmea la espalda al que se está por caer, y el que siempre aparece en las difíciles.

Di María. El campeón del mundo. El 11 que toda la Argentina nunca va a olvidar.

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