Un país solo para los que pueden pagar

Por Editorial Sudestada

Con la repetición de la repetición, de la ultraderecha y el medio pelo, el rejunte de privilegiados con llamados permanentes a “papi” y transferencias instantáneas; se promueve la “idea” de que “estos quieren todo gratis” en referencia directa a los pobres, a los laburantes, a los -para ellos- “negros”. 

Con esa lógica sin argumentos, pero con el desprecio latente, el gobierno nacional captó el mensaje y lo anuncia a diario entre decretos, nulos presupuestos, mostrando bien en claro que lo que son derechos para el pueblo, pasaron a ser -para toda esta bolsa de privilegiados- un gasto.

El que no paga queda afuera de cualquier espacio. No entra a Tecnópolis. No ve a un artista o un concierto abierto a la comunidad. No puede, porque todo lo que sea estatal va a pasar a manos privadas, pero antes van a vaciarlo. De modo tal que los espacios abiertos a la comunidad pasan a ser sitios privados con entrada en mano. 

¿Qué se ofrece en las vacaciones de invierno para los pibes? ¿Cuántas personas sienten la persiana baja cuando sale a la calle? ¿Qué sentimos como pueblo cuando si no tenés un mango -cuando el sueldo que se evapora entre comida y servicios- el Estado te deja afuera y además aplaude?

Gritan “no hay plata” para correrte al costado, para rifar todo aquello que te incluye, a la par que viajan por el mundo por sueños personales con gastos multimillonarios sin un solo negocio y salarios que se aumentan a sí mismos. Cuando con un solo avión militar, o la “cena” de uniformados, no solo comerían miles de pibes sino que podrían sentirse parte en un país al que pertenecen pero que hoy les da la espalda.

Si no tenés, no existís. Si no pagás, quedás afuera. Si no sos de la casta privilegiada, no sos nadie. La lógica del capitalismo salvaje como parte del Estado argentino, en un país con una desigualdad que crece a la par del hambre, la miseria, y la exclusión de todos los laburantes, de todos los barrios, de todas las personas que no encajan en los cánones de esa elite a la que ellos llaman “argentinos de bien”. 

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